La historia del inodoro

El fluxómetro ha sido uno de los inventos más importantes de la humanidad pues gracias a ello se logró un mejor control sanitario para los desechos orgánicos. Sin embargo, las estrategias para poder llevar el tratamiento de los mismos no es nada nuevo y ha acompañado al hombre desde el momento en que comenzó a cohabitar de manera sedentaria, conformando las bases sociales que hacen posible nuestra existencia. Conforme fue avanzando el conocimiento intelectual, estos métodos fueron transformándose. A continuación haremos un breve recorrido a cada una de las etapas del control sanitario implementado por los humanos.

Los antecedentes del inodoro pueden rastrearse a las primeras civilizaciones que parten del concepto básico y más viejo de letrina y que en lugares con poco acceso a servicios básicos sigue implementándose. Se trata de hoyos excavados directamente en la tierra, en donde son vaciados los desechos naturales para posteriormente irlos enterrando. Poco a poco se fueron innovando haciendo uso del agua.

En la ciudad de Creta, se construyeron sanitarios, que básicamente consistían en fosas por las cuales fluía agua y eran controladas por palancas (este podría considerarse el abuelo lejano del fluxómetro), este sistema fue usado posteriormente por el Imperio Romano. Algunos estudios antropológicos han revelado que por el año 500 a.C., en la India ya se había implementado sanitarios y también un sistema de drenaje altamente funcional que mantenía completamente limpia la ciudad.

Volviendo a los romanos, no sólo implementaron el uso de las cisternas usadas en Creta, sino que también crearon el concepto de baños públicos (a los que sólo tenían acceso los hombres), al punto de contar con poco más 144 letrinas dispuestas para todos los habitantes de la ciudad de Roma. Estos baños eran usados por aquellos que iban a sus baños termales rutinarios y eran vigilados constantemente, pues se trataban de recintos dedicados a la purificación.

De hecho, el agua usada en las termales era reciclada para limpiar las letrinas, pues no se contaba con sistema eficiente de riego en ese momento. Los egipcios, otra civilización sumamente inclinada por la pureza del cuerpo y ver los desechos orgánicos como algo completamente negativo, se preocuparon por la implementación de sistemas parecidos, en su mayoría, en las casas de la clase alta y la realeza.

Sin embargo, con la caída de las primeras civilizaciones hubo una especie de atraso, si se quiere ver de esa forma, en lo que respecta al tratamiento de los desechos orgánicos, sobre todo porque la tasa poblacional comenzó a aumentar y era imposible, debido a los recursos económicos de ese tiempo, implementar sistemas de limpieza y sanitarios en cada una de las casas.

De nuevo, se tuvo preferencia por colocar retretes o asientos especiales para las necesidades fisiologías de gente rica o que pertenecía a la realeza. Sin embargo, los pobres o menos favorecidos (que eran la mayoría poblacional) resolvían el asunto usando cubetas o los patios de sus casas y los desechos eran arrojados a la calle sin ningún pudor.

Este descontrol y poca atención sanitaria dio pie a una de las épocas más oscuras del Occidente, pues esta insanidad dio paso a la creación de focos de infección, virus muy potentes que debido a la época no se podían atender de la manera adecuada. Muchos de los pobladores de las ciudades europeas murieron, convirtiendo el territorio en una especie de gran cementerio.

Entonces llegó una de las épocas históricas más importantes en Occidente: la Ilustración. Gracias a los avances científicos y de pensamiento promovidos durante este siglo, se pudo descubrir que la primera razón por la que proliferaban estas enfermedades era por la falta de letrinas adecuadas, que fueran instaladas no sólo en las casas de los más privilegiados sino de todos los habitantes de la ciudad. No fue hasta 1884 que se pudo llegar al primer modelo del retrete moderno, gracias al ingenio del inventor Thomas Crapper quien diseñó al abuelo del fluxómetro. La letrina diseñada por Crapper, estaba unida a una cisterna inferior que hacia correr agua gracias a un botón que accionaba el mecanismo colocado al interior de la misma.

Dos siglos antes, en Inglaterra también se habían comenzado a fabricar retretes bajo el diseño creado por Sir John Harrignton que también dio nuevas luces a la construcción de bombas mucho  más eficientes para tratar las corrientes de agua. En este modelo se implementó por primera vez una corriente para accionar una manija y que después la reserva del tanque pueda volver a llenarse y continuar con su uso. Gracias a estos avances se pudo llegar a un sistema sanitario mucho más eficiente y no fue raro que para finales del siglo XIX casi todas las casas contaran con al menos un retrete dentro de sus instalaciones.

El fluxómetro ha resultado un mecanismo sumamente eficiente para sistemas de drenaje de uso constante, como puede ser cualquier establecimiento público como escuelas, centros comerciales o áreas de trabajo, por la resistencia otorgada por el diseño y por las materiales que normalmente son implementados para su fabricación. Además, en muchos casos resultan ser modelos sumamente llamativos que le otorgan una mejor imagen a los espacios en donde son utilizados. Finalmente, como tienen un mejor control de la corriente del agua, se puede ahorrar bastante líquido en cada descarga, algo muy necesario para las condiciones naturales que vivimos actualmente.

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